Era una plática común de las que tenemos cada vez que la vida nos permite vernos: sentados en el suelo, mirando a la distancia donde solo nosotros podemos captar imágenes llenas de recuerdos, hechas de pensamientos y locuras, de deseos y penas.
Yo mordía el tallo de una planta que la naturaleza me dejo cortar mientras ella fumaba cigarrillo tras cigarrillo, y ambos exhalábamos el aliento de vida. Voltee mi vista hacia ella, su mirada aún seguía en otro espacio, la mire a detalle, tomar y soltar humo, me hizo pensar que moriría por ello. Y yo no quería que fuese así.
¿Por qué fumas? No digas que por estrés, ahora ambos disfrutamos de una inmensa alegría, más tu que yo – le pregunte curioso – No quiero que mueras, sabes los riesgos del tabaco, y aún así sigues fumando y fumando. Es malo Marijo, podrías terminar como aquella rata fea del empaque.
Entonces ella giro a verme, su mirada se mantenía reflexiva, y sonrió.
Yo tampoco quiero que mueras, tu sabes las consecuencias de amar a alguien, tienes presente también que algún día, cualquier día, sin esperarlo, te pueden romper de un golpe el corazón, y así, aún así, siempre vuelves a amar a alguien. Con la misma, o quizá, con más intensidad que la vez anterior – dijo volcando mi espacio.
Muy buena respuesta, pensé.
En mi defensa, no terminaría como la rata – dije, y ambos reímos.
4 comentarios:
yo por eso trato de no fumar tanto, aunque claro el amor no tiene comparación con el tabaco.
saludos, un beso!
Buena respuesta de la Maria C:
Sí, qué buena respuesta ni yo me la esperaba... pero venga! nos romperan el corazón, pero he aquí lo bonito... que podemos reconstruirlo poco a poco y en el proceso, ir desechando lo que nos estaba haciendo daño.
Cuidate
Un abrazo!
Esto me dejo en un estado de competo esplendor, es hermoso.
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