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miércoles, 27 de julio de 2011

Otro para ella

Querida Georgina:

Buenos días, buenas tardes, buenas noches. No sé en que momento ni en que horario leerás esto, pero en cualquiera de los casos, deseo estés pasando por un momento fantástico en total independencia con lo que a continuación viene escrito.

Cuando se trata de ti me la pienso mucho siempre, por que no sé como vallas a tomarlo, e inclusive llego a desconocer la manera en que te lo estoy dando. Y esta vez, de manera rara y tonta, he decidido hacerlo de amante, no sé exactamente por que así, pero como amante a fin de cuentas.

Hoy tuve las ganas de besarte, de que me pidieras un beso y me insistieras, de no hacer caso a tus llamados, de que me pusieras atención, de inclusive hacer cosas graciosas para apoderarme de ella, de jalarte el cabello, de invitarte a tomar un té de los que mi padre me obsequio, de tomarte de las manos y de que saliéramos tú y yo y nadie más.

También tuve ganas de no querer verte, de perderme y que no nos encontráramos el resto del día, de que te fueras con ella, de que te vinieras conmigo, de que te despidieran de tu trabajo, de cantarte una canción, de mirar tus mejillas sonrojadas, de casarnos, de comprarte un hermoso vestido y lo usaras en nuestra primer cita, de comprarte un helado y tirártelo encima, de tantas cosas tan ilógicas y contradictorias.

Y sé que no nos alarmara eso en sí, puesto a que siempre soy tan inestable contigo, sino que llama más la atención que te lo esté confesando, pero… no sé; lo hago y nada más.


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Gracias, por la paciencia e insistencia que tienes, por estar conmigo cuando lo necesito, por ayudarme a descifrar lo que siento, pienso y quiero, por notar antes que yo lo que necesito, por regalarme libros (que se vuelven mis favoritos), por todo. Gracias.

Y para esto, para que vieras realmente cuan agradecido estoy, quería robarme la Luna y regalártela a ti solita; pero eso sería egoísta de nuestra parte. (Además de que no la alcance). Así que mejor dejémosla ahí, en el cielo. Para que compartas de alguna forma con el mundo lo que un muchacho tonto y equivocado un día de julio te regalo.

Para que sea una especie de monumento hecho hace trillones de siglos atrás pensado en ti, por que seguro que en su momento de creación paso por la cabeza de su creador que un día cualquiera yo te la iba a regalar. Y hoy es ese día cualquiera.

Así que a partir de hoy la Luna es tuya, pero no te la lleves lejos; ten en cuenta que la prefiero antes que al sol, y que seguro no soy el único que cree que es hermosa y absolutamente mágica.

Bueno, ahora sí puedes irte, pero no te alejes mucho; acércate, pero no demasiado. No me odies.
Te Quiero.                                                                                   ¡Mentiras! Te Amo.

Sincero, tonto y apenado.
Hojas

lunes, 18 de julio de 2011

Antes de la Lluvia

Tuve que esperar a que fuera media noche, a que los pájaros callaran para poder verlo. Tuve que esperar sin esperar.

Salí rápido a la tienda de abarrotes, y aparentemente mi alguien me vio hacerlo y me siguió, para mi suerte la tienda apenas estaba cerrando, así que pude comprar el refresco de cola que mi madre quería. En cuanto salí de la tienda, lo vi sentado en el suelo, siguiéndome con la mirada.

Me senté a su lado y al instante me sentí feliz; nos pusimos a charlar, a mirar un cielo con estrellas escondidas, a reñir amorosamente, a sonreír, a disfrutar de una calle solitaria y a querernos besar pero no hacerlo. Era agradable sentir ese deseo dentro de nosotros mismos.

Después de un rato apareció mi mami regañándome por mi desaparición, tomo su refresco y regreso a la casa. Yo regresé a verlo y a sentirme feliz. Pasamos el tiempo queriéndonos hasta que la lluvia nos abrazo. Hasta que nos hizo regresar a nuestros hogares sintiendo todavía ese deseo de besarnos.

Aunque yo quería seguir, aunque yo quería correr y empaparnos, aunque yo quería, y quiero aún, besarnos bajo la lluvia de una noche divina.

Huu! Magazine

Si hablamos de admirar a alguien, Natalia Lafourcade aparece probablemente en el primer puesto de mi lista de Personas que Admiro. Me enamore de las letras de sus canciones, de la musiquita que crea, de su voz, de su personalidad, de su esencia y básicamente de ella.

Junto con personas realmente talentosas, me reuní y creamos una revista online en dedicatoria a ella. Soy director de la revista, participo en el diseño, y además escribo en ella. En el primer número me toco escribir la biografía de Lafourcade, lo cual en un principio me daba temor, aunque al final creo haberlo logrado.

Por si les interesa leerla, pueden hacerlo aquí.
Creo sinceramente que no pierden absolutamente nada en hacerlo.

martes, 12 de julio de 2011

Una trompeta en mi cabeza

Mi vecino es mi novio, y el día que cumplimos un mes lo vi salir con cara de fastidio en compañía de su madre y hermano. Creí que se iba a casa del padre, y eso me puso un tanto por ciento triste. Sé que a su madre no le simpatizo y que él ya le había pedido permiso para salir ese día conmigo, así que entonces estaba casi seguro que su madre había inventado cualquier cosa por no dejarlo salir y sabía también que inclusive lo obligaría a acompañarla a todo sitio con tal de no verlo junto a mi. Fue entonces que mis ojos se pusieron tristes y la música que sonaba comenzó a tener sentido para mi.

Se va, fue lo que en principio pensé; más bien se lo llevan, me corregí más tarde.

Atravesó por mi cabeza quedarme en casa y así alimentar la loca idea de entristecerme por que no iba a verlo durante tan especial día; pero luego elegí salir al centro de la Ciudad para distraerme por lo menos un poco. Tomé mis cosas, apagué la radio, no me arregle y me fui, igual ya tenía permiso de salir, igual tampoco tendría a mi alguien por el cual verme bien.

Viendo por las ventanas pasar casas, personas, autos, arboles, nubes, un cielo y otras cosas más, comprendí a Soel cuando decía que la música de La Casa Azul también podría ser un tanto depresiva. Eso no me ayudaba en mucho, pero no quería otra cosa más que sentir algo, fuese lo que fuese que fuera: tristeza o felicidad. Así que me pasé todo el transcurso dejándome caer, pero eso si, lo estaba disfrutando.

De repente miré a mí alrededor y descubrí un autobús solo; aparte del conductor y yo, no había más que asientos vacíos. Y fue entonces que sentí que mi corazón se oprimía, pero de seguro que no faltaba mucho a mi destino, tan sólo dos cuadras más, o quizá cuatro, o seis, nueve o hasta probablemente unas 15 cuadras más. Cuando ya no aguante más me levante y pedí la parada, me bajé y entonces mi alrededor se lleno de decenas de personas que caminaban apuradas y con el tiempo contado. Me relaje y me puse en marcha, no sé cuanto camine, pero me cayó bien haber abandonado ese autobús antes de mi destino.

No compré nada, más que un frapuccino que de la nada se me antojo, y después de varias horas bajo un cielo medio nublado, opté por regresar a mi casa. Al llegar, justo al llegar, mi alguien me avisaba por un mensaje de texto que a las siete de la noche pasaba a mi casa, que le disculpara, y entonces me reí. Y me sentí tonto.

No me gusta adelantarme a las cosas. Desde siempre me preocupo por todo y pronóstico cosas que me termino creyendo. Tengo que trabajar en ello.

Y al anochecer, ya yo bien bañado y bien vestido, estábamos juntos sentados bajo un árbol, cobijándonos con sus ramas y con mis hojas, pasando un buen rato riéndome por la tarde tan trágica que yo mismo me hice pasar. Pasando un buen rato sonriendo por las anécdotas que juntos hemos logrado pasar en un mes.