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domingo, 1 de septiembre de 2013

amores imaginarios



No tendré ganas de verte, no voy a querer salir, ni siquiera recordaré que te tengo entre mis contactos. Pero una extraña y apenas potente fuerza me hará llegar. No me peinaré, ni me cambiaré, nada. Llegaré hecho un trapo. ¡Maldita sea! Malditos tus lentes, tu color de piel, maldita tu voz, maldito el tiempo, tu peculiar manera de reírte de ti mismo, malditos tus ojos, tu trasero, ¡maldito tú! entero.

Platicas simples durante tardes al sol, 
redescubrir esquinas de mi ciudad, 
caminar contigo
Nos vemos a las 17:30 donde mismo’, 
me sonríes, 
caminamos, 
nos perdemos, 
Yo pago’, 
hot-dogs de mierda
tus secretos y varios míos, 
Mamá Osmar y Papá Osmar,
Mis hermanos no saben agradecer’,
y Chapultepec,
Quisiera poder cocinarte unos waffles’,
Le coq à poil,
sentados en el parque,
los calzoncillos de la monja,
nuestro castillo y su guapo jardinero,
drogas, 
 pastel de limón,
viaje en el tren, 
Come, ahorita viene el postre’… 

Me va a encantar verte desnudo, tu lengua me recorrerá, volverá a su uso: me darás loco placer, te vas a reír, te jalaré del cabello, nos verán tus vecinos, sudarás y sentiré, gritaré, me taparás la boquita… Un ‘Quiero verte hoy’ y todo volverá a empezar. 

, hay que vernos, no muy seguido para que te confundas. Pero sí nos vemos te enamoro, te tomo de las manos, te robo varios besos, me llevo tus manos a mi sexo, sí, me encanta tu manera de besar.

De acuerdo, no nos habremos visto ni siquiera una semana en total pero ya voy a estar cautivado. No dejaré de pensarte, de desearte, te querré todo para mí, te voy a querer ver y ya te estoy queriendo. Espera, tengo una duda ¿Serás tú o el concepto del amor que conjugáremos? 

Todo un experimento, el trip loco que te deja una película, el saber que alguien delira por ti, sentirte deseado.

viernes, 16 de agosto de 2013

El momento más feliz


Mi recuerdo más viejo, ¿cuál será?; No puedo asegurar y decir que tal cual lo es por que hay muchos sucesos que recuerdo pero no la edad que tenía en ese entonces, así que no puedo decir con seguridad cual. Pero hay uno de ellos al que le tengo fe:
Se trata de cuando íbamos a visitar a mis abuelos paternos, allá a su casa cerca del arroyo. Todavía viven ahí juntos, aunque mi abuelo este en los cielos aún sigue viviendo allá, en esa casa. Mi papá era el único de sus hijos que no vivía en las casas continuas a la de mis abuelos, así que cuando íbamos se armaba casi una fiesta. Recuerdo que primero caminábamos a la estación del tren, luego viajábamos en el y al llegar a la ultima estación tomábamos un bus que nos dejaba antes del arroyo. Mucho antes del arroyo. Caminábamos apurados mi hermano Erick y yo, habría que bajar una especie de colina. Corríamos uno detrás del otro, por entre las casas grandes y chicas, por las de techo de madera o loza, las que estaban pintadas o las que se adornaban únicamente de ladrillo. Erick siempre me llevaba la delantera, por que no podía evitar detenerme a arrancar una que otra flor que quería venir conmigo. Después de pasar todas aquellas construcciones, cruzábamos la delgada oración de aguas cristalinas brincando de piedra en piedra. Y corríamos sin parar hasta ver que pisábamos la sombra de aquel frondoso árbol, uno muy grande y verde, que tenía puntos rojos entre sus ramas. Estando ahí esperábamos a que alguno de mis padres llegara y nos dijeran que podíamos juntar los frutos, y como sí de una carrera se trataba juntábamos cuantos podíamos, inclusive de tantos que poníamos en nuestras infantiles manos se terminaban apachurrando más de uno. Y los comíamos de camino a casa de los abuelos, que ya no quedaba nada lejos. Pero eso sí, por más que me gustaran, no olvidaba dejar alguno para mi abuela que me lo agradecía contándome muchas historias.

Eso me gustaba. Ahora hay otras cosas que me gustan también, por ejemplo, hay veces en las que me porto mal y me quedo a dormir fuera de casa pero con la promesa de que he de volver lo más temprano posible del día siguiente. Me gusta despertarme con la mañana, pero con la mañana verdadera, aquella que tiene colores nublosos. Me gusta mucho caminar y ver que las lámparas acompañan al sol y juntos alumbran las calles. Me gusta ver la ciudad apenas poblada y con todos los locales cerrados, me gusta ver a la gente abrigada con su café en mano. Es todo mucho más tranquilo.

También me gusta verte aquí, conmigo. Que me prestes toda tu atención, toda, toda. Y que pases por alto que llevamos media hora sentados platicado sin pedir nada. Yo quiero un té de frutos rojos, de los mismos que caían de aquel árbol del que te platique. ¿Y tú? ¿Pedirás un café cargado como aquellos que compran los madrugadores de la ciudad?

domingo, 12 de mayo de 2013

Bailar a media noche.

No hay nada, ni siquiera ropa sobre mi cuerpo. Mentiras, sí hay, hay una luna sobre esa hoja negra pegada al techo y está el perfume de una lluvia que viene por ahí, que esta avisando su próxima visita. Está la cobija sobre mi figura adolescente, mis ojos despiertos, tus yemas fantasmas y mis manos apareciendo acá, allá abajo, atrás, dentro, sosteniendo, hacia arriba, jalando, para abajo… por todos lados.

Me vuelvo como los ciegos. Pongo a un lado la visión, intensifico el tacto, me dejo llevar por el río de mis ilusiones. Mis deseos. Mis fantasías. Quiero bailar, quiero tus manos en mis piernas, mis piernas en tus hombros, no, mejor tu estomago en mi espalda, tu aliento en mis odios, tu dentro, tu afuera. Quiero bailar. Tus deditos canela en mis plantas, tu lengua en mis pezones, mis pezones en tu lengua, mi lengua sobre la tuya, mi boca protegiéndote, mi boca mordiendo, mi yo lamiendo, tú y yo. Quiero bailar.

Quiero bailar, como esa noche bajo la luna amarilla, como esa noche sobre las rocas, sobre los insectos; como los animales, gritándose, amándose, haciéndose, durmiendo juntos.

Como los volcanes, como las montañas y los cerros. Como las aguas de los ríos y como los peces dentro de él, como yo dentro tuyo rasgando, como la música.
Como la lluvia y nuestro sudor haciéndose uno, combinándose, imitándonos, mirándonos, envidiándonos.

Ayer, hoy, quiero bailar. En la avenida, en el parque, sobre el pasto, en los camiones, en tu baño, en el mío. En el patio trasero, en tu alcoba, en mi, en ti. Frente a las vacas, como burros, escondidos, con vergüenza, con muchas ganas, contigo, ahora. Quiero bailar.

Tus gemidos sonando con voz de sueño que no se escucha, que no más se entiende, se siente. Conmigo. Arriba. Como perro. Presiona, no puedo y te jalo del pelo, o del cabello. Me pisas, te cansas pero resistes, continuas. Bailas, bailo. Cantamos. Quiero bailar. Chillo, te quiero, te amo, te extraño. Quiero bailar. Un poquito más, ya casi. Me rasguñas, tiemblas, como el viento fresco, como tus chinos, tus lunares, tus ojos cerrados como los de ayer, antier, esta mañana, como ahorita. Tu boca entreabierta, no como mis piernas que se descubren, tú y tu entrega golpeándome despacio, con ganas, suave, muy rico. Quiero bailar. Así. Así.

Como volcán, como río  como lágrimas. Un suspiro, un deseo. Aliento agitado. Descansemos. Yo aquí, tú todavía en mi mente. Bésame. Como volcán, eructando. Derramo amor. Quiero bailar. Contigo. Como antes. Pero ahora, hoy. Quiero bailar.
Hay mucho, hay más. Leche. ¿Me la bebo, o te la bebes?. Quiero bailar. Ricardo.